Julio Valeirón

En el periódico El Caribe del pasado 28 de diciembre y bajo la firma de la periodista Diana Rodríguez, leo con detenimiento su reportaje bajo el título “Cada año menos estudian Educación en las universidades”, y con el subtítulo “Algunos lo atribuyen a las “duras” pruebas de admisiones para entrar a la carrera, otros al impacto de la pandemia” y de inmediato me asalta la duda, sobre todo por la primera razón señalada ¿y eso es bueno o es malo?

Las declaraciones emitidas por algunos de los entrevistados debo “tomarla con pinza” y la razón es obvia, es difícil deslindar entre las preocupaciones por la calidad de la educación, tema este de larga data y que no dudo que esté en la conciencia de las personas entrevistadas, y lo que son los intereses particulares o corporativos de las instituciones que representan.

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Desde hace ya mucho tiempo, y de manera particular haré referencia al Decálogo Educativo[1], el tema que nos ocupa ha sido de gran preocupación y no menos interés por distintos sectores de la sociedad dominicana. Hay dos metas en dicho Decálogo de las cuales haré referencia y son las que se refieren precisamente a la meta 6: reorganización de la educación superior, y la meta 8: mejoramiento de la formación docente. En la primera se dice textualmente:

“La educación superior o post-secundaria, cuyo objetivo es formar cuadros científicos – técnicos para la gestión y la dirección de la economía, la política, la ciencia y la cultura, debe ser redefinida en función de los fines y objetivos de la diferentes modalidades que actualmente se desarrollan en forma espontánea, no planificada y a veces anárquica.

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Es necesario rescatar la función de la universidad como la institución sobre la cual recae la responsabilidad primordial de la investigación y creación de conocimiento además de su transferencia a través de la docencia, diferenciándola de los institutos y escuelas superiores cuya función es más específica en la formación de cuadros para el sector productivo.

Por otro lado, las universidades del país deben desarrollar estudios de post-grado con nivel de calidad competitivo con los mejores de la región, así como también líneas de investigación tendientes a disminuir nuestra dependencia externa de los aspectos científicos-tecnológicos.

Para la redefinición y organización de la educación superior es necesario que se institucionalice el CONES, dotándosele de la base legal y los recursos financieros y humanos que se requieren para el cumplimiento de sus funciones”.

No se puede negar que ha habido avances al respecto, sobre todo en de este último aspecto pues hoy contamos con el Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología, para cumplir desarrollar dichas funciones. De las otras cuestiones planteadas, creo que aún hoy tenemos grandes desafíos por delante, uno de ellos señalado con énfasis en el Decálogo es el que tiene que ver con la investigación y la creación de conocimiento. Ése sigue siendo un tema pendiente, de la misma manera que la calidad del servicio educativo en muchas de las instituciones de educación superior.

En el caso de la meta 8: mejoramiento de la formación docente se señalaba entonces lo siguiente:

“Entre los problemas que afectan la educación dominicana es importante destacar las deficiencias en la formación, capacitación y actualización del magisterio de todos los niveles educativo. Investigaciones realizadas e indicadores claramente observables muestran que los maestros egresados tanto de las escuelas normales como de las universidades no cuentan con el dominio de las ciencias, de la cultura y de las metodologías necesarias para dirigir eficientemente el proceso enseñanza-aprendizaje y cumplir con los objetivos básicos del nivel educativo para el que fueron formados.

PLAN EDUCATIVO recomienda el fortalecimiento de las escuelas normales como centros de formación del maestro de primaria, así como la revisión del curriculum y de las metodologías que implementan los mismos.

Asimismo, es necesario revisar los planes de formación del maestro a nivel universitario y crear especialidades que actualmente no existen en la formación docente, como son la educación técnico – profesional y la educación de adultos.

Para implementar la formación magisterial es necesario, además, la implementación a nivel nacional de mecanismos ágiles y de bajo costo para la capacitación permanente de los maestros en servicio, así como modalidades innovadoras, como serían cursos de educación a distancia, que permitan satisfacer las necesidades de los docentes”.

Estas dos metas fueron planteadas, luego de un largo proceso de debate y reflexión bajo la coordinación aquella iniciativa, PLAN EDUCATIVO, organizado por la Fundación Friedrich Ebert, la Asociación de Hombres de Empresa de Herrera y el Instituto Tecnológico de Santo Domingo, hace ya 31 años. Desde entonces la inversión en la formación y capacitación docente se vio crecer, como el número de instituciones de educación superior también, sobre todo ofertando programas de formación y capacitación docente. ¿A cuántos millones de pesos ha alcanzado esta inversión a lo largo de estos 31 años? ¿Cómo se ha distribuido esta inversión considerando las Instituciones de Educación Superior? ¿Con qué nivel calidad se han desarrollado los programas de formación docente por las diferentes instituciones formadoras? ¿Cuáles criterios han primado al momento de otorgar un título que acredita a un profesional de la educación para ejercer la función docente? Estas cifras y estas evidencias ¿podrán hacerse públicas? Definitivamente que serían muy útiles para poder valorar, de manera más precisa, el costo-beneficio y la importancia de la inversión en formación y capacitación docente.

Estudios y evaluaciones realizados en el país muestran evidencias importantes e irrefutables, que la calidad docente es un “gran tema pendiente” en la educación dominicana. Nuestros docentes no muestran ni los conocimientos ni las competencias profesionales indispensables para llevar a cabo una educación que asegure que todos los y las estudiantes aprendan. Consulten la página del IDEICE Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (ideice.gob.do), y ahí encontrarán las respuestas de por qué los profesionales de la educación al participar del concurso docente no cuentan con las competencias para “vencer” las herramientas evaluativas que en el mismo se definen como necesarias. Es posible, como se dice, que los criterios de la Normativa para la Formación Docente de Calidad en la República Dominicana, 09-15, estén un “poco altos”, como se argumenta; pero otra manera de ver las cosas sería, que aún no hemos podido en nuestras instituciones de educación superior que ofrecen la formación inicial docente, hacerlo con los estándares requeridos hoy y que permita a sus egresados enfrentar con éxito los criterios de dicha normativa.

Hay que analizar los diversos factores que el problema tiene, uno de ellos, por supuesto, es el de las herramientas evaluativas y su procedimiento de aplicación; otros, las competencias con que cuentan dichos profesionales, así como, la calidad de la oferta educativa que estos reciben en las universidades que ofrecen dichos programas.

Ha sido una tradición en nuestro país buscar la explicación de los resultados evaluativos en los instrumentos de medida (ha sido el caso histórico de las pruebas nacionales), y hay que decir que sí, ninguna herramienta evaluativa es perfecta, tiene errores por lo que debe ser evaluada y mejorada, pero también hay que decir, que parte de los resultados se deben a la calidad de la formación recibida, como también a aspectos personales de quienes se han formado como maestros, como son el interés, la motivación, el esfuerzo y empeño, así como el aprovechamiento real puesto en el proceso de su formación.

Hablar de una “Normativa”, como se dice, “que permita más acceso a la carrera de Educación”, sobre todo porque “todo el mundo quiere estudiar educación”, pero que “los filtros, lo requisitos de admisión de las Escuelas (de Educación) que están ahora mismo son muy altos y que no guardan relación con el contexto nacional”, es un tema que debe ser tomado con mucha cautela.

En una entrevista realizada al director del Instituto Nacional de Formación y Capacitación del Magisterio (INAFOCAM), Lic. Saturnino Silva, publicada en el periódico El Caribe del pasado jueves 30 de diciembre y por la misma periodista antes mencionada, Diana Rodríguez, éste señalo lo siguiente al respecto:

“El presidente de la República, Luis Abinader, una de las cosas que se ha propuesto es cambiar el país y para cambiar el país hay que cambiar la mentalidad de los docentes”, más adelante en la entrevista puntualizó: “para nosotros tener buenos ciudadanos necesitamos tener buenos maestros y para tener buenos profesores tenemos que formarlos, así gira la cadena”. Y a seguidas dice, según la periodista: “no todo el mundo puede ser maestro. Se requieren de maestros éticos, con moral y conocimientos para desarrollar el país, no maestros que lleguen al sistema educativo pensando en el pago”. El director del INAFOCAM parece tener muy claro este tema: no todo el que quiere ser maestro, puede efectivamente serlo, y por lo tanto, la inversión en su formación debe ser cautelosa.

Mi ánimo no es “cazar culpables”, sino a las razones esgrimidas en el artículo de prensa, añadir otras que tienen que ver con la ejecución de la política de formación, tanto inicial como continua, y que podrán darnos informaciones pertinentes para centrar nuestros esfuerzos en procurar que, a los niños, niñas, adolescentes y personas adultas más pobres, les pueda llegar una mejor educación, y esto se concretiza, en tener en las aulas docentes con todas las competencias profesionales y personales que les permitan gestionar los procesos de enseñanza y aprendizaje con calidad.

Ése es el propósito, precisamente, de la Normativa 09-15. Pienso, y eso espero, que pueda ser mejorada para alcanzar su propósito, lo que me luce un tanto “peligroso” es “adaptarla al contexto nuestro”, pues se corre el peligro de volver hacia atrás lo que se ha pretendido hacer con la misma. Recordemos que los países que han alcanzado sistemas educativos altamente efectivos y de calidad, son aquellos que buscan “que los mejores” sean los que ingresen a la carrera docente.