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La evaluación de los formadores de docentes ¿Debería ser más rigurosa?

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Por: Bilda Valentín-Martínez

No cabe duda que la formación es una acción que debe ser evaluada de manera permanente en busca de la mejora constante. Los sistemas educativos de este y de diversos países tienen establecidas las evaluaciones del personal docente de todos los niveles y grados. La educación superior no escapa de este tipo de actividad. Sin embargo, desde este texto se llama a la reflexión acerca de si estas valoraciones deben ser iguales para todos los maestros de las diferentes carreras universitarias o si los profesionales que forman maestros deben tener otras distinciones.

El formador de formadores

Con ese término se ha denominado a los profesionales de educación que forman a los futuros maestros. Significa que es un profesional que enseña a otro para ejercer su misma función, lo que implica que sus acciones servirán de modelo para perfilar ese nuevo profesional de la educación.

Jiménez (1999) destaca que el término formador hace referencia a toda persona que de alguna manera tiene relación con la formación desde una perspectiva de la responsabilidad de la concepción o de la realización de esta actividad.

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En este sentido, quienes forman a los futuros maestros deberán tener unas competencias con aspectos muy definidos y con unos niveles de exigencias mayores que quienes forman otros tipos de profesionales. Es por ello, que, se plantea un perfil competencial vinculado con diferentes contextos tanto profesional, cultural como el escenario universitario. Es así, como el contexto de clase se convierte en un aula – laboratorio en el cual los futuros docentes se verán reflejados.

Autores como Mas Torelló (2011) plantean que para valorar el trabajo del profesorado universitario es relevante tener claro cuáles son las competencias de este profesional y es por esto que, también señala que debería ser evaluado desde tres contextos: el aula, el contexto socioprofesional y cultural y por último el institucional al cual pertenece.

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Importancia de la evaluación

La evaluación de las acciones de un docente es relevante si se quieren mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje. Cuando se trata de evaluar al profesor universitario, la situación puede ser un poco más compleja. Sin embargo, si se realiza con precisión y de manera objetiva, esta puede ser una herramienta útil para optimizar el servicio que ofrece la institución de educación superior.

Unas de las complejidades de las evaluaciones se dan cuando de los resultados de estas se toman decisiones que tienen que ver con la permanencia o no en espacios laborales. Sin embargo, de acuerdo a Torrecilla (2008) la evaluación es un magnífico instrumento que permite confirmar el nivel de desempeño de los profesionales de la educación superior y por supuesto dentro de estos los formadores de maestros.

Es relevante evaluar el desempeño de los formadores de docentes, ya que al momento de hacer esto, los alumnos son competentes de esbozar ese perfil que debe poseer un buen formador y verse reflejado en este. Es así como señala Alonso (2019), que un excelente maestro debe tener domino de manera adecuada de los contenidos científicos que enseñará, pero, también, debe acompañar al estudiante en la búsqueda y análisis de la información dándole oportunidad para que sea participativo y autónomo en su propio proceso de enseñanza y aprendizaje.

La evaluación del formador de profesores: una acción que debe ser exhaustiva

La evaluación del formador de docentes indiscutiblemente debe ser mucho más rigurosa que las de otros profesores universitarios, puesto que los futuros maestros deben ir construyendo un modelo de profesor que incidirán en su comportamiento cuando sean profesionales (Alonso, 2019). En este sentido, los profesores en formación, no solo darán importancia a las capacidades académicas y profesionales de sus formadores, sino también a las personales.

Partiendo de lo anterior, se vislumbra la necesidad de que las instituciones de educación superior, definan un perfil de formadores de maestros que esté articulado con el modelo educativo de la universidad, de manera que oriente la mejora del quehacer pedagógico (Vásquez, y Gabalán, 2006).

Se parte de la premisa de que los formadores de profesores desarrollen competencias en sus estudiantes, pero también es preciso que posean las habilidades y destrezas para lograr que estos futuros maestros adquieran estas competencias. Esto implica que evaluar el desempeño de los formadores de profesores puede ofrecer indicios relevantes sobre qué fortalezas pueden mantenerse y cuáles habría que reexaminar.

Se puede destacar que los futuros profesores necesitan tener formadores cualificados en la disciplina que imparten, de manera que ellos mismos se vean expresados en el accionar de sus maestros y vayan diseñando ese perfil ideal de profesional de la docencia. Por otro lado, aunque posiblemente los estudiantes universitarios de la carrera de educación todavía no posean tantas experiencias enseñando, pueden poseer capacidades para identificar características relevantes que debe tener un buen profesor formador de otros.

Evaluar las competencias del formador de profesores requiere contextualizar las capacidades y habilidades de acuerdo a las necesidades que se observan en los escenarios de la universidad de este tiempo. En este sentido, Ruiz-Corbella y Aguilar-Feijoo (2017), afirman que el profesor universitario deber ser competente para autoevaluar el nivel de logro de sus propias capacidades, lo que posibilitará identificar aquellas de las que posee mayor y menor dominio y reconocer de esta forma sus necesidades formativas.

Por la naturaleza de su labor de formador de profesores, este profesional, es el más idóneo para promover una cultura evaluadora, de manera que esta acción esté comprometida con su desarrollo profesional. De ahí que, resulta relevante que todas las instituciones de educación superior que formen maestros en el país, instauren de manera sistemática y permanente un proceso de evaluación y autoevaluación de los docentes universitarios que forman maestros.

(+) Fuentes

Alonso Martín, P. (2019). El perfil del buen docente universitario según la valoración de alumnos de Magisterio y Psicopedagogía. Perfiles educativos41(164), 65-81. DOI: https://doi.org/10.22201/iisue.24486167e.2019.164.58906

Jiménez Jiménez, B. (1999). Formación continua y nuevas tecnologías: una visión didáctico-comunicativa. In EDUTEC 99. IV Congreso de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación para la educación. Nuevas tecnologías en la formación flexible y a distancia. (1999), Universidad de Sevilla. Secretariado de Recursos Audiovisuales y Nuevas Tecnologías.

Mas Torelló, Óscar (2014), “Las competencias del docente universitario: la percepción del alumno, de los expertos y del propio protagonista”, Profesorado. Revista de Currículum y Formación de Profesorado, vol. 18, núm. 3, pp. 255-273

Ruiz-Corbella, Marta y Aguilar-Feijoo, Ruth-Mercedes (2017), “Competencias del profesor universitario: elaboración y validación de un cuestionario de autoevaluación”, Revista iberoamericana de educación superior, vol.8, núm. 21, pp. 37-65.

Torrecilla, F. J. M. (2008). La evaluación del profesorado universitario en España. Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa1(3), 29-45.

Vásquez Rizo, F. E. y Gabalán Coello, J. (2006). Percepciones estudiantiles y su influencia en la evaluación del profesorado. Un caso en la Universidad Autónoma de Occidente, Cali-Colombia. RELIEVE, v. 12, n. 2, p. 219-245. http://www.uv.es/RELIEVE/v12n2/RELIEVEv12n2_3.htm

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