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Orwell, el padre de la novela distópica

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Dr. Enrique Sánchez Costa

Pocos hombres vivieron tantas vidas como Eric Arthur Blair, más conocido por su pseudónimo: George Orwell. Nacido en la India, en 1903. Estudiante –con una beca– en el elitista Eton. Policía del Imperio británico en Birmania. Lavaplatos y escritor pobrísimo en Londres y París. Profesor de escuela y librero. Reportero de los mineros ingleses, cuya miseria comparte durante meses. Luchador republicano en la guerra civil española, donde el estalinismo lo persigue por trotskista. Periodista de la BBC. Autor de dos novelas esenciales del siglo XX: Rebelión en la granja y 1984. Ensayista genial: capaz de crear obras maestras usando el lenguaje sencillo y directo del hombre común.

Frente al intelectual de salón, que pontifica de lo que ha leído en libros y periódicos, Orwell ha visto de cerca el imperialismo, el capitalismo, el fascismo y el comunismo estalinista. Él, que ha vivido “en el vientre de la ballena” de la Europa totalitaria, escribe “en contra del totalitarismo y a favor del socialismo democrático”: “escribo porque existe alguna mentira que aspiro a denunciar, algún hecho sobre el cual quiero llamar la atención”. En una sociedad saturada de odio, censura y propaganda, reivindica la “fraternidad humana”, la “libertad de pensamiento” y la “honestidad intelectual”. Y es que, “si algo significa la libertad, es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

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Orwell, un revolucionario, un defensor de los desposeídos, denuncia el apoyo de tantos intelectuales al régimen inhumano de Stalin. Afirma en 1944: “El pecado de casi todos los izquierdistas de 1933 en adelante es que han pretendido ser antifascistas sin ser antitotalitarios”. Por eso escribe la novela alegórica Rebelión en la granja (1945), que carga contra la deriva dictatorial de la Revolución rusa. Y por eso, mientras lucha contra la tuberculosis, escribe la novela distópica 1984 (1949), que culmina su aspiración de “convertir la escritura política en un arte”.

En 1984 el Gran Hermano lo controla todo. Vigila con telepantallas y micrófonos ocultos. Fomenta la delación dentro de la familia. Castiga con la Policía del Pensamiento. Retuerce la verdad a través del “doblepiensa”: la imposición de incoherencias lógicas. Subyuga el lenguaje con una “nuevalengua”, que reduce al mínimo el número de palabras y prefija sus significados, para “reducir el alcance del pensamiento”. Abusa del eufemismo: “El Ministerio de la Paz promueve la guerra; el Ministerio de la Verdad miente; el Ministerio del Amor tortura; y el Ministerio de la Abundancia favorece el hambre”. Recurre al enemigo externo, al chivo expiatorio (Goldstein, al que se dedica en las noticias diarias Dos Minutos de Odio). Y manipula la Historia, para eliminar cualquier evento o palabra que contradiga la ortodoxia del Partido.

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En un mundo político que entroniza la posverdad, censura las redes y controla los medios, Orwell resulta más actual que nunca. Nos invita a confiar en la verdad de los hechos. A ser libres, rebeldes, indomesticables. A no aceptar nunca la mentira o la hipocresía. Y a vivir, siempre, según la máxima de Shakespeare: “Sé sincero contigo”.

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