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El 20 de mayo celebramos el Día Mundial de las Abejas

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“Le debemos la vida a las abejas”, esa frase me cautivó y llenó de curiosidad.  Aquel  joven vestía un traje blanco con algo extraño que protegía su cara, me extendió su mano y me dijo: “Debes ponerte este traje si quieres acompañarme”.

Así inició mi primer contacto con el mundo de las abejas y mi sorpresa al conocer su importancia en la polinización, proceso vital para la vida en el planeta.

Muy parecidos a dos astronautas, nos dirigimos al patio trasero.  Vi al joven manipular con destreza y confianza unas cajas de madera de las que sacó unos tablones y allí estaban…docenas de abejas atestadas en lo que sí pude advertir que eran panales, hermosos panales de abejas.

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Como buena maestra, siempre estoy más dispuesta a aprender que a enseñar y comenzó la lección. Aquel joven se engrandecía ante mis ojos, lleno de pasión por su oficio de “aprendiz de apicultor”. En sus explicaciones dejaba claro lo mucho que ha estudiado a las abejas, explicándome sobre cómo se organizan y el rol que cada una de ellas desempeña en aquella pequeña sociedad.

La reina y las obreras, el alimento, la humeadora y la miel. Todos esos elementos explicados al detalle y desde el corazón galopante del que sabe tener en sus manos un tesoro invaluable.

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En cada ocasión en que una abeja recoge néctar de una flor o bien néctar y polen y se desplaza a otra para hacer lo mismo, realiza uno de los actos más importantes y beneficiosos para las plantas, la polinización. Entre la infinidad de insectos que participan en la polinización, la abeja melífera es la más eficaz. Si hace varios años de cada cien insectos visitadores, las abejas constituían el 70-80%, hoy día, debido al progresivo retroceso de especies polinizadoras salvajes a causa de las condiciones ambientales, el porcentaje alcanza el 90-95% de todas las visitas de insectos. Por lo tanto, se puede considerar a la abeja como una profesional de la polinización”.

La conversación ya parecía la conferencia de unn verdadero experto: “En una colmena de pequeñas dimensiones (como esta) viven fácilmente unas 5,000 abejas, de las que 2/3 (unas 3,300 aproximadamente) más o menos salen todos los días a buscar polen y néctar, con una frecuencia diaria de 15 ó 20 viajes, durante cada uno de los cuales visitan de 30 a 50 flores. Si hacemos los cálculos, para una sola colmena, en un día alcanzamos ya la magnitud cientos de flores visitadas diariamente. Si además tenemos en cuenta que cada flor regala a la abeja néctar en cantidades que se miden en miligramos, para un litro de miel hacen falta cientos de visitas. Este rápido repaso nos puede dar una idea de la magnitud del fenómeno”.

A esas alturas y ante tan magistral explicación, no tenía yo ninguna duda sobre la importantísima función que desempeñan las abejas en la polinización, y en la firme decisión de aquel joven estudiante de secundaria, en colaborar a través de la instalación de colmenares de polinización en zonas urbanas, donde se observa un déficit de insectos polinizadores, con la salud de los ecosistemas locales y por ende con la agricultura.

Los cultivos sometidos a la polinización por abejas son principalmente los árboles frutales, las leguminosas forrajeras, cultivos hortícolas, las fibras textiles, entre muchas otras, que constituyen una lista parcial de vegetales que dependen necesariamente o al menos se ven favorecidos por la acción polinizadora de las abejas

Resulta ya indiscutible que las abejas, y con ellas los apicultores, participan en medida considerable en la producción agrícola. Gracias a este papel, el patrimonio privado de los apicultores se convierte en patrimonio público, dado que el beneficio derivado de su trabajo se deja sentir en toda la colectividad, estableciéndose así un lazo recíproco entre abejas, medioambiente, agricultura y ser humano, que debe ser protegido.

En el marco de la celebración del Día Mundial de las Abejas (20 de mayo), designado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, he querido reconocer y aplaudir la iniciativa consciente y responsable de este joven que aprendió a amar la naturaleza y que devuelve en cuidado y esmero los frutos y beneficios que de ella recibe.

Sirva el ejemplo de Héctor Alexis Padilla, para que muchos otros jóvenes se sensibilicen y tomen conciencia de su responsabilidad con la preservación de nuestros recursos naturales y el cuidado de la “casa común” donde vivimos todos.

Agradezco la hermosa lección recibida, misma que me comprometo a difundir y a imitar.

 

Emelinda Padilla Faneytt M.Ed.

La autora es especialista en Educación, Directora de la Red Explora para el Desarrollo Educativo (Red-E).

IG: redexplorard

    FB: Red Explora

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