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De las aulas a la virtualidad: retos y desafíos.

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Por Germania Aracelis Morillo Castillo

 

La autora es Magíster en Lingüística Aplicada a la enseñanza del español

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Docente de grado en la Universidad Católica Santo Domingo (UCSD) y de Educación Secundaria en la Escuela Salesiana Sagrado Corazón de Jesús

 

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 La educación virtual, también denominada educación en línea o a distancia, sin dudas constituye uno de los cambios más significativos de este siglo, gracias a las distintas plataformas virtuales de aprendizaje, acompañadas de los dispositivos tecnológicos y las herramientas técnicas necesarias para esta modalidad moderna de enseñanza que nos abre las posibilidades de explorar y experimentar otros escenarios más allá del espacio áulico en la cotidianidad.

 

A pesar de esta nueva tendencia pedagógica, implementada en gran parte del mundo, no nos esperábamos un cambio tan drástico y radical que nos llevaría al abandono total de las aulas de clase en cuestión de semanas, pues hasta principios de este año 2020, todo parecía normal. De hecho, habíamos contemplado la conclusión del presente año escolar, de modo presencial, como ha sido la costumbre en nuestro sistema educativo.

 

Han transcurrido dos largos meses, y hemos tenido que dar respuesta, casi de emergencia, a las necesidades académicas de nuestros estudiantes a fin de no interrumpir el ciclo de este año académico.  Directores, coordinadores, docentes, padres, madres y otros actores hemos tenido que involucrarnos en el seguimiento y acompañamiento de niños y jóvenes que también han tenido que enfrentar este cambio abrupto.  Los resultados son una tarea pendiente a esperar.

 

¿Pero estamos preparados para dar el paso a la virtualidad?  Aunque lo vamos intentando, tenemos que situarnos en el contexto e implicaciones de la educación virtual que, al parecer, al igual que el COVID-19, convivirá entre nosotros por tiempo indefinido.

 

Para situarnos en la virtualidad es necesario contrastar esta modalidad con los lineamientos comunes de las actividades académicas presenciales.  Para empezar, comenzamos a extrañar la figura del docente que día tras día se hace presente en las aulas y cuya sola presencia nos invita a estar atentos a sus observaciones, explicaciones y correcciones; siempre atento a las condiciones físicas y emocionales del educando.  No así en el mundo virtual donde contamos con otros códigos que sobrepasan la comunicación verbal del profesorado y que a la vez nos exigen activar otros sentidos, además de la audición y la vista, y así percibir intuitivamente estados de ánimo y circunstancias de quien se encuentra detrás de la pantalla de un ordenador.

 

La convivencia humana se limita.  Ya no tenemos a nuestro lado a ese compañero que esperábamos ansiosamente para contarle nuestras vivencias y experiencias o simplemente comparar los deberes de la tarea y en muchos casos pedirle una explicación por contradictoria que fuera.  Esto no significa ausencia humana total en el ámbito virtual, pero sí la incorporación de nuevas estrategias para lograr acercarnos a la interacción.

 

En suma, más que preocuparnos tendremos que ocuparnos de dar el paso a lo que para muchos podría ser ajeno o desconocido; para otros, un triunfo o un fracaso.  Todo depende del color del cristal con que se mire este panorama; y si de algo estamos seguros es que de toda esta realidad surgirán nuevos aprendizajes, nuevas experiencias y oportunidades que nos permitirán experimentar nuevas actitudes y aptitudes en pro de nuestro crecimiento y formación del estudiantado.  Por tanto, la invitación es atrevernos a dar el paso permitiéndonos las dudas, el temor y el error; pero siempre aprendiendo y descubriendo novedades que de seguro nos conducirán a nuevos escenarios y mundos hasta ahora desconocidos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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