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El estudiante español de 16 años elegido por la NASA para explorar Marte

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JESSICA MOUZO QUINTÁNS
Barcelona

Unos metros de hilo de pescar, unos sensores de tres euros y un guante del Decathlon. Poco más necesitó Joel Romero Hernández, de 16 años, para desarrollar un prototipo robótico manipulado por control remoto para llegar a Marte. Su investigación ha ganado el segundo premio de la NASA en Ingeniería Mecánica durante la Feria Internacional de Ciencia y Tecnología de Intel (Intel ISEF), una de las más importantes del mundo para estudiantes no universitarios.

Joel dice que el interés por la astrofísica le viene “de serie”: “Yo era de los que veían los documentales de La 2”. La ropa lo delata. Viste una camiseta de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) con unas letras estampadas, ilegibles para el ojo ignorante en física cuántica: “Es el modelo estándar de la física de partículas”, explica. Se la compró en una visita escolar que hizo al CERN con María José Hellín, tutora de su aventura científica.

El joven llegó este año al Instituto Francesc Xavier Lluch i Rafecas (Vilanova i la Geltrú, Barcelona) con una mano biónica bajo el brazo. La diseñó el curso pasado con unos amigos y le sirvió de fuente de inspiración para lo que estaba por venir. El verano pasado ganó una beca para entrar en el programa Joves i Ciencia de la Fundación Catalunya-La Pedrera, donde le ofrecían estancias en el extranjero si desarrollaba un artículo científico. “Había un programa en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), cuna de la tecnología. Era mi sueño ir allí”, apostilla. La película Avatar acabó de configurar su idea. “La vi y pensé: ¿por qué no aplicar esta tecnología para —igual que en Avatar se controlan cuerpos biológicos— poner cuerpos robóticos en Marte y controlarlos por láser como hace la Estación Espacial Internacional? Así los astronautas pueden empezar a hacer cosas sin estar en la superficie de Marte”, dice con entusiasmo.

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Robó muchas horas al sueño para entregar el proyecto a tiempo. Una estancia en el MIT bien lo merecía. “Desde la Tierra, para controlar un robot tardas 20 minutos porque la distancia entre la Tierra y Marte da un retardo de 20 minutos. La clave era poner una nave espacial en órbita para que la señal tardase menos de un segundo en llegar. Así, si muevo el robot desde la nave, se mueve en la superficie”, señala.

María José también tuvo que alargar las horas de la noche para calcular mecánicas orbitales y ubicar la nave espacial en el lugar correcto. “Yo no soy una agencia espacial. No tengo los medios ni el conocimiento para hacer el sistema entero, pero sí puedo demostrar que son posibles todos los principios físicos que están detrás de ese plan”, dice con humildad. Con la teoría zanjada, Joel montó el prototipo: primero los circuitos básicos, los sensores y ya, con una impresora 3D, imprimir las piezas y montar el robot.

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Tal fue su éxito que no solo fue seleccionado para irse al MIT este verano, sino que fue elegido para participar en la feria estatal Exporecerca Jove, donde ganó varios premios. Entre ellos, el que lo lanzó directo a Los Ángeles, a la feria de Intel ISEF.

Allí, la organización entrega un galardón propio, el Grand Award, aparte de los que conceden compañías y organizaciones de todo el mundo —Special Awards— que, como la NASA, visitan la feria para tomar ideas. Joel recibió el segundo premio otorgado por la NASA y se convirtió en el primer español en recibir un Special Award. “Yo, que iba con un prototipo low cost, con motores de tres euros cuando había gente con proyectos de laboratorio, no me esperaba ganar nada. Vinieron los de la NASA a hablar conmigo y eso para mí fue suficiente”, admite emocionado.

Pero esto es solo el principio. Joel sigue empecinado en cuadrar los cálculos de María José para lograr que el robot extraiga agua de Marte que permita convertirse en energía y retroalimentarse sin necesidad de pesadas baterías. María José calma las ansias del chaval. “Los cálculos aún no nos salen, pero, a ver, a la NASA tampoco”, sonríe.

Fuente: El País

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