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Nuevas formas para una nueva educación

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“Es necesario focalizar la formación del docente en el puesto de trabajo, realizarla desde dentro, convirtiendo el centro en un lugar de formación”.

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Francisco Imbernón
Especial para el Listín Diario
Barcelona, España

El Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña, junto a la Universidad de Barcelona, España, estará celebrando los días 25, 26 y 27 de julio del presente año su V Congreso Internacional “Nuevas Tendencias en la Formación Permanente del Profesorado”, y como un adelanto de los temas que se tratarán en esta edición les presentamos la segunda parte del contenido iniciado en la edición anterior de esta Página LEA, por el Dr. Francisco Imbernón: “Un nuevo desarrollo profesional para una nueva educación” Esta nueva epistemología de la práctica educativa genera una nueva forma de ver la formación y el desarrollo profesional,  y complejiza la formación del profesorado.

Esa creciente complejidad social y formativa origina que la profesión docente y su formación también se haga, en concordancia, más compleja, superadora del interés estrictamente técnico aplicado al conocimiento profesional, en el que la profesionalidad está ausente ya que el profesorado se convierte en instrumento mecánico y aislado de aplicación y reproducción, con competencias únicamente de aplicación técnica.

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Ello provoca un alienamiento profesional, una aprofesionalización, que tiene como consecuencias el esperar las soluciones de los “expertos”, cada vez más numerosos, y una inhibición de los procesos de cambio entre el colectivo, o sea, una pérdida de profesionalidad y un proceso acrítico de diseño y desarrollo de su trabajo y, por tanto, del desarrollo profesional.

Una formación como desarrollo profesional debe proponer un proceso de formación que capacite al profesorado en conocimientos, destrezas y actitudes para desarrollar profesionales reflexivos o investigadores; en ellos, se considera como eje clave del currículum de formación del profesorado el desarrollo de instrumentos intelectuales para facilitar las capacidades reflexivas sobre la propia práctica docente, y cuya meta principal es aprender a interpretar, comprender y reflexionar sobre la enseñanza y la realidad social de forma comunitaria. Adquiere relevancia también el carácter ético de la actividad educativa.

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La finalidad es la formación de profesores y profesoras que sean capaces de evaluar la necesidad potencial y la calidad de la renovación, que posean ciertas destrezas básicas en el ámbito de las estrategias de enseñanza, de la planificación, del diagnóstico y de la evaluación, que sean capaces de modificar tareas instruccionales continuamente, en un intento de adaptación a la diversidad del alumnado y que estén comprometidos con el medio social. Y también es necesario focalizar la formación en el puesto de trabajo. Realizar una “formación desde dentro”, convertir el centro en un lugar de formación. Es la interiorización del proceso de formación, con la descentralización y con un control autónomo de la formación. Pero esa formación supone también una constante indagación colaborativa para el desarrollo de la organización, de las personas y de la comunidad que las envuelve. Ese nuevo concepto de formación como desarrollo profesional lleva parejo un concepto de autonomía en la colegiabilidad, y la autonomía de cada uno de los profesores y profesoras sólo es compatible mediante su vinculación a un proyecto común y a unos procesos autónomos de formación y desarrollo profesional, a un poder de intervención curricular y organizativo, en fin, a un compromiso que va más allá de lo meramente técnico para afectar a los ámbitos de lo personal, lo laboral y lo social.

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