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Tu cerebro podría ser el responsable de tu mala suerte

Hay días en que parece que nada puede salir bien: te levantas 30 minutos tarde porque se ha roto el reloj despertador, se quema tu desayuno, no encuentras tus llaves, los taxis pasan como si no te vieran y, al caminar, pisas una baldosa floja que ensucia tus zapatos nuevos. A esta altura podrías estar preguntándote cuándo te has cruzado con un gato negro o has caminado debajo de una escalera, como para tener tan mala suerte. Sin embargo, numerosos estudios han demostrado que la fortuna no es una fuerza externa que conduce nuestra vida, sino que depende principalmente de nuestra actitud.

“Lo que consideramos como azar y suerte no son lo mismo”, explica Richard Wiseman, psicólogo, investigador de la Universidad de Hertfordshire en Inglaterra, quien estudió este asunto durante más de 10 años. “La suerte es determinada por tu actitud hacia la vida, lo que tu das al universo y cómo respondes a los resultados”, resume.

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Los gatos negros son causantes de mala suerte según la creencia popular.
Crédito: ©Frostdragon/CC BY 2.0
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¿Nacidos con estrella o estrellados?

El reconocido psicólogo, Richard Wiseman, realizó un sencillo experimiento para estudiar el fenómeno de la suerte. Convocó a personas que se sintieran afortunadas o desafortunadas y les dio a ambos grupos un periódico. La consigna que debían cumplir era responder cuántas fotografías había en el interior de la publicación. En una de sus hojas colocó un anuncio que decía: “comuníquele al investigador que ha visto esto y obtenga 250 libras”. Sorprendentemente (o no), los que dijeron tener buena suerte fueron más propensos a hallar el mensaje que ocupaba media página.

En otra prueba realizada por Wiseman, se colocó un poco de dinero en la acera por la que circularían personas que afirmaban tener suerte y otras que se consideraban desafortunadas. Las personas “afortunadas” notaron el dinero y lo recogieron, pero las de “mala suerte” pasaron por el costado sin verlo.

El reconocido psicólogo afirma que “las personas supersticiosas que creen firmemente que son poco afortunadas, realmente se sentirán más tensas ciertos días. Con total seguridad se sentirán estresadas, conducirán peor, posiblemente estarán más distraídas y serán más propensas a tener un accidente”. Por otro lado, las personas que se sienten afortunadas son más relajadas y abiertas, y, por lo tanto, observan todo el panorama y no sólo lo que ellos están buscando.

El uso de amuletos de la suerte da buenos resultados porque aumenta la confianza de las personas y eso las vuelve más perseverantes y eficientes.

Supersticiones

A través de un estudio que se realizó en 2010 en Estados Unidos, se demostró que los objetos de la suerte sí funcionan pero no por un poder especial que puedan tener, sino por el efecto que ellos producen en la confianza de las personas.

En una prueba realizada con un grupo de jugadores de golf, los que pensaban que estaban utilizando “un balón de la suerte” mostraron mayor rendimiento con respecto a quienes habían oído que su pelota era una común y corriente.

También tuvieron mayor efectividad en la resolución de anagramas las personas a quienes se les permitió conservar el amuleto que habían traído con ellos. La hipótesis de los investigadores fue que quienes tenían un objeto de la suerte se sentían más eficaces y persistían en la resolución de los problemas.

Afortunado en el juego

Creer que un hecho aleatorio tiene más probabilidades de ocurrir porque no ha sucedido recientemente, es una creencia errónea que se conoce como “falacia del jugador”. Esto significa que si en un juego de ruleta la bola ha caído diez veces seguidas en rojo, tendemos a creer que hay más probabilidades de que el resultado sea negro en el próximo tiro. Sin embargo, las probabilidades siguen siendo 50 y 50.

Hasta el momento, se pensaba que las personas caían en este error debido al desconocimiento de las probabilidades; sin embargo, un estudio del Colegio de Medicina de Texas demostró que lo que nos hace pensar de esta manera es un procedimiento de nuestro cerebro. La investigación fue realizada con un modelo informático de neuronas biológicas que se programó para “adivinar” hechos aleatorios. En la prueba, el cerebro sintético se comportó de igual manera que uno real (creyendo la “falacia del apostador”).

Esto explica por qué incluso los jugadores experimentados son propensos a estos pensamientos.

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Creer que hay más probabilidades de que la ruleta marque determinado número o color es un engaño de nuestro cerebro.
Crédito: ©Håkan Dahlström/CC BY 2.0
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Creer que hay más probabilidades de que la ruleta marque determinado número o color es un engaño de nuestro cerebro.

Escuela de la suerte

Richard Wiseman, luego de investigar la psicología de la suerte y concluir en que es nuestro cerebro quien la determina, decidió fundar una escuela donde se enseñara que nadie nace con buena o mala fortuna. En sus clases, al igual que en su libro Nadie nace con suerte, enumera cuatro principios que influyen en la fortuna que pueda desarrollar un individuo.

El primer punto es que las personas afortunadas son expertas en crear oportunidades. Esto lo logran adoptando una actitud relajada a la vida y abriéndose a nuevas experiencias.

En segundo lugar, las personas que consideran que tienen suerte acostumbran a hacer caso a sus corazonadas. Los desafortunados ignoran su propia intuición y luego se arrepienten de la decisión tomada.

El tercer factor es la perseverancia y el optimismo ante los fracasos. Los afortunados suelen pensar que algo bueno va a suceder luego.

Por último, los individuos que poseen “buena suerte” tienen, en realidad, la habilidad de convertir lo malo en algo bueno. Los psicólogos llaman a esta capacidad “mentalidad de inversión”: consiste en pensar que los sucesos podrían haber sido mucho peores y sentirse contentos por cómo en realidad son.

Wiseman sintetiza: “Percibir que la suerte depende de nuestra razón junto con una dosis de ciencia y sano escepticismo puede ser muy positivo en nuestras vidas”.

¿Estás preparado para cambiar tu suerte? ¡Ya sabes cómo hacerlo!

Fuente: National Geographic

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