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La formación del docente del siglo XXI

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La universidad ha de incorporar los cambios necesarios en los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Doctor Eleuterio Ferreira

El avance vertiginoso de la ciencia y la tecnología, el proceso de globalización y la economía basada en el conocimiento constituyen las principales características del siglo XXI. En tal sentido se expresa Marqués (“Impacto de las TIC en la educación: funciones y limitaciones”. 2013), cuando se refiere a las grandes transformaciones que se producen constantemente en la denominada sociedad de la información, sustentadas por el uso de las pujantes y versátiles tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y por el indetenible avance científico en un entorno socioeconómico, globalizador.

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Compromiso. Promover un aprendizaje significativo y autónomo.
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El sistema educativo, pieza clave del desarrollo y progreso de los pueblos, no escapa a esta realidad.

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Para ofrecer respuestas satisfactorias a estos desafíos, el sistema educativo está llamado a producir profundas transformaciones en todas las áreas que forman su estructura, constituyendo la formación inicial y permanente el punto de partida para recorrer el camino dirigido a satisfacer las demandas del presente siglo. En este sentido, Escudero, (en su artículo “La formación del profesorado de educación secundaria: contenidos y aprendizajes docentes”. 2009, p.80.  Revista de Educación) señala que “la formación inicial y el aprendizaje de la profesión docente es, dentro de otros factores, uno de los más decisivos en la mejora de la educación…”. Barber y Mourshed son aún más explícitos, cuando afirman: “La calidad de un sistema educativo se basa en la calidad de sus docentes” (Informe Preal.  p.15. 2008).

A tono con esta visión, consideran que el perfil esperado de los maestros egresados ha de corresponderse con el de una persona culta y competente, con capacidad para adquirir y aplicar conocimiento entre los ámbitos disciplinar, didáctico y profesional, capaz de utilizar recursos y tomar decisiones, que posea conciencia social y capacidad afectiva para educar en valores democráticos y con una visión crítica.

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Sin lugar a dudas el nuevo escenario en que se desarrolla el proceso educativo, ha generado profundos cambios en la formación de los futuros maestros, lo que obliga a generar nuevas orientaciones a la idea del docente que sirve de fundamento a la base de formación, así como a los aspectos y componentes que caracterizan este proceso. Diversos especialistas e investigadores en el área educativa han identificado algunos  factores  o aspectos angulares que caracterizan la formación del maestro del presente siglo. Por ejemplo: Zabala y Zabala (2011, p.107) establecen seis elementos, los cuales a su entender, constituyen la estructura fundamental de la formación inicial del profesorado:  (a) conocer en profundidad el desarrollo infantil, (b) saber desarrollar el currículo de la etapa, (c) llegar a adquirir y practicar nuevas habilidades de enseñanza a niños pequeños, (d) el conocimiento de la profesión, (e) el conocimiento de ellos mismos y (f) el conocimiento de las escuelas o instituciones donde ejercerán su trabajo.

Estos autores consideran la formación inicial como el período en que se establece la base teórica y práctica de profesión y donde se adquieren las competencias básicas  para continuar aprendiendo a lo largo de toda  la vida. En consonancia con esta perspectiva, proponen que esta formación se desarrolle siguiendo una doble orientación: una basada en el propio crecimiento personal o científico, la cual permita a los maestros mantenerse actualizados, y otra basada en la mejora directa de la actuación docente. Aquí se orienta la formación hacia la resolución a situaciones profesionales particulares o institucionales.

En este nuevo escenario, la universidad, como institución responsable de la formación de los futuros profesionales, entre ellos los maestros, ha de incorporar, tal como señalan García y Maquilón (2010), los cambios necesarios en los procesos de enseñanza y aprendizaje para ir transformando una docencia con evidente énfasis en aspectos teóricos hacia un enfoque docente más práctico.

Docente del siglo XXI

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Según Trillo y Rodríguez (2011), el profesorado, sobre todo el de educación secundaria, debe contar con un conocimiento básico sobre la función docente en un sentido amplio, de tal forma que lo ayuden a comprender y asumir en la práctica las dimensiones que lo definen profesionalmente: el rol docente, la enseñanza, el currículo, los estudiantes, el aprendizaje, el centro escolar, el contexto cultural, social y familiar, los materiales curriculares, entre otros. En relación al aprendizaje ha de asumir el compromiso de promover un aprendizaje significativo y autónomo. En este sentido, proponen un modelo de docente que asuma las siguientes funciones: a) gestor de la construcción del conocimiento y facilitador de los aprendizajes del alumnado, b) educador implicado en la formación integral del alumno, tanto desde el punto de vista personal como social, c) miembro de una comunidad educativa, a la cual se integra en equipos de trabajo y en el diseño y desarrollo de los proyectos educativos y curriculares del centro, d) profesional que reflexiona sobre su propia práctica: su estilo docente, como organizador de los contenidos y de la actividad en el aula, como analizador de los grupos diversos de alumnos, como seleccionador de los recursos a utilizar, entre otros.

El autor de este artículo es Doctor en Educación y Director Centro de Documentación INAFOCAM.

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